¡Oh, gran San Francisco Javier!, bienaventurado y glorioso, predicador incansable y prodigioso misionero que al servicio de Dios Padre recorriste el mundo entero: junto a ti adoro la Divina Majestad, me alegro especialmente por las gracias que te entregó en vida y por la gloria que te concedió después de la muerte, le doy gracias al Dios Uno y Trino, y te pido, con todo el afecto de mi corazón, que mediante tu poderosa intercesión puedas concederme, sobre todas las cosas, la gracia de vivir tan solo para amarle y darle a conocer, ser para siempre, todo suyo, suyo siempre. Todo sea por su amor y la salvación de las almas.
¡Misionero, glorioso San Francisco Javier!, té suplicamos que nos asista tu valiosa intercesión ante nuestro buen Dios y Señor, podamos alcanzar el favor de vivir y morir en gracia.