La sacralidad de la liturgia
- Del Puerto Noticias
- 4 feb
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Cristo y la Iglesia están asociados en la divina liturgia, siendo Cristo quien santifica y redime, quien celebra el culto verdadero. Esto es lo que da eficacia a la liturgia, ésta es la naturaleza más profunda y verdadera de la liturgia.
CONSTITUCIÓN SACROSANCTUM CONCILIUM
La liturgia es una realidad santa, no manipulable, transida de espiritualidad, de sacralidad, de santidad. Para glorificar a Dios y que los hombres sean santificados, que es el fin de la liturgia, Cristo está presente en la acción litúrgica; más aún, es Cristo quien da gloria al Padre y es quien nos santifica por su Espíritu Santo y toda gracia.
«Con razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro» (SC 7). El primer concepto es el Sacerdocio de Jesucristo. Él, como Sacerdote, glorifica al Padre mediante la liturgia y distribuye a sus hermanos las gracias de santificación:
«Todo culto rendido por la Iglesia a Dios lo es siempre en Cristo, en unión con Cristo y a través de Cristo, Cabeza de la Iglesia, o, con otras palabras, el culto de la Iglesia no es otra cosa que la participación de la Iglesia en el culto de Cristo, Cabeza del Cuerpo místico, que, como Pontífice supremo de nuestra fe, rinde al Padre; es el ejercicio de su sacerdocio, continuado en la Iglesia, por la Iglesia y con la Iglesia, que es su Cuerpo».
En segundo lugar, «signos sensibles» que siguen la ley de la Encarnación: lo visible manifiesta lo invisible, y lo invisible necesita de lo material para darse a los hombres. «Lo divino toma, por decirlo así, campo en lo humano para elevar lo humano a su modo de ser y de obrar divinos.
Podemos ver en ella dos aspectos: en primer lugar, Dios que comunica al hombre la vida divina, fin de toda la historia sagrada, a través del velo de las cosas sensibles, de modo que el hombre debe pasar a través de estas cosas sensibles para recibir aquella vida.
En segundo lugar, el hombre que, como resultado de esa comunicación con Dios, es elevado a un modo de ser y de obrar divinos, no sólo en un orden puramente moral en la línea cognoscitiva y afectiva, sino también de un orden ontológico, entitativo» En la liturgia nos movemos en el orden sobrenatural, en el orden de la gracia, de lo invisible, mediante signos sensibles que santifican.
La liturgia está en el orden de la gracia: es el Misterio de Cristo y es el Sacerdocio de Jesucristo actuando. Con esto, se modificaría la perspectiva a la hora de celebrar y de vivir la liturgia, así como se enriquecería mucho más la vida interior de los fieles cristianos.